Un oficial, un tal Fabre, en pie, escruta el horizonte, con unos prismáticos, mientras un soldado montado le tiene las riendas de su caballo. En esta obra de Henri de Toulouse-Lautrec, el paisaje ocupa gran parte de la tela, que representa una escena de relativa quietud; sin embargo, la pintura presenta las características propias del estilo del artista, dominado por el fuerte dinamismo de las formas y la captación del instante. A la diagonal que marca el borde del camino y separa, a su vez, el primer plano del fondo, opone en cruz la de los caballos y el personaje que observa indicando la dirección hacia donde el espectador debe dirigir la mirada. Dibuja con trazos rápidos y certeros, captando la actitud de los personajes y los animales. La silueta de los caballos aparece delineada en negro, a la manera de las estampas japonesas, de gran influencia en su obra. El encuadre de la escena genera un espacio de carácter fragmentario, propio de la fotografía, cuyos recursos había conocido a través de la obra de Degas.
La tela fue dedicada a su amigo Fabre, de quien el artista había sido huésped en los últimos años de su vida.
A la izquierda, abajo: "Lautrec à l'ami Fabre. 1901".