lunes, 7 de enero de 2008

ÉMILE DAVOUST


1889

óleo sobre cartón

45 x 35

Kuntshaus (Zurich)


Lautrec adoraba el mar, la navegación y la natación, los únicos deportes que podía practicar a pesar de su enfermedad. Participa en regatas y para llegar hasta el río Gironde desde París, en lugar de tomar el tren, prefiere ir en barco desde El Havre hasta Burdeos.

El verano de 1889 lo pasa Toulouse-Lautrec en Arcachon, dedicándose a los deportes náuticos, llegando a vencer en una regata a bordo del yate "Damrémont". La afición a estos deportes le vino de la mano de su amigo Emile Davoust, propietario del yate "Cocorico" desde el que Henri pintó uno de sus escasos paisajes: la bahía de Arcachon. A menudo, Davoust sale al mar llevando al pintor y Lautrec saca provecho, no para buscar algún tema de composición, sino para impregnarse de aquel silencio que aprecia sobre todas las cosas.

El paisaje nunca cautivó verdaderamente su atención, exceptuando tal vez las obras de caballos. En 1879 escribe desde Niza a su joven amigo Étienne Devismes: "Soy totalmente incapaz de hacer ni siquiera la sombra. Mis árboles son como espinacas y mi mar se parece a cualquier cosa".

No obstante, si el espectador entorna un poco los ojos al mirar la composición y se dará cuenta que el mar está ahí. La pasta es, verdaderamente un tanto espesa para traducir este elemento líquido, los colores quizás un poco artificiales, pero Lautrec ha sabido prestarles el reflejo y movimiento poniendo encima de ellos diminutos puntos ocres a la manera de los puntillistas. Evidentemente, el malecón no está trabajado, sino que se cofunde hábilmente con las drizas del barco. Éste, del que no se ve mas que la popa, llena por completo el espacio del primer plano. Las líneas de fuga diagonales, netamente dibujadas sobre la cubierta, constituyen la única notación de perspectiva. Émile posa en su barco, trayendo a la memoria las primeras obras impresionistas de Manet influido por Monet al crear zonas de sombra coloreadas y tomar la luz directamente del natural. La diferencia la encontramos en el mayor empaste a la hora de aplicar el color, abocetando más el conjunto y trazando unas líneas rápidas y contundentes que organizan la composición como si de un entramado se tratara.

El marino, en el centro, se apoya en el brocal de la cala. Su mano izquierda, más grande de lo normal, anuncia ya futuras realizaciones. Desde el momento en que Lautrec se enfrenta a un modelo inmóvil, su dibujo se hace más tímido, sin apenas nerviosismo en el trazo. Sus mejores obras son aquellas que traducen un gesto característico o un movimiento violento. Se siente visiblemente abrumado por las escenas al aire libre. Las exigencias de la técnica impresionista, que utiliza aquí, no le son favorables. Los pantalones del marino estan tratados con gran rapidez a partir de una simple mezcla de colores utilizados en el resto de la composición. En la camisa se repite el mismo principio y se hace uso de los mismo medios. Sólo el rostro del hombre parece retener su atención: el centro de atención se ubica en la cabeza del marino, situada a pleno sol para difuminar sus contornos y crear un sensacional efecto ambiental.

Recrear sensaciones ópticas, a la manera de Manet, no era lo que le interesaba a Lautrec, aunque aquí procurase adaptar esa técnica a una atmósfera que lo requería.

Firmada abajo, a la izquierda.

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